DON ARBOLON
Había una vez un colegio que se llamaba "Los Árboles", ¿Sabéis
porqué?, pues porque tenía su patio lleno de árboles. Los había
chiquititos, también medianitos, grandes, y había uno que era enorme, un viejo árbol que estaba justo en mitad del patio.Se llamaba Don Arbolón y ocupaba aquel espacio desde mucho antes de que se construyera el colegio.
Don Arbolón quería mucho a todos los niños que habían pasado por
aquel colegio y los niños le querían mucho a él. Bajo su sombra los
niños descansaban, merendaban, jugabana
los cromos, se contaban hasta sus secretos más grandes. Y Don Arbolón,
impasivo, siempre acariciaba con la sombra de sus ramas a aquellos niños
que tanta compañía le hacían y tanto confiaban en él.
Un día Don Arbolón apareció malito, con un gran agujero en su tronco
y habiendo perdido todas sus hojas. Las señoritas del colegio,
preocupadas, llamaron corriendo a unos señores jardineros, quienes con
muy poco amor a la naturaleza
y sólo con ganas de ganar dinero, ni tan siquiera se preocuparon por
Don Arbolón, y al verlo tan viejecito propusieron arrancarlo y plantar
en su lugar muchos árboles jóvenes.

EL BEBE ELEFANTE
Soy el oso hormiguero, y os voy a contar una
historia única. Si les digo que en el zoológico había una excitación y
un revuelo poco común, no les miento... a pesar de mi larga nariz. Nacía el primer día de otoño, mientras las hojas decoraban las calles, transformándolas en mullidos ríos dorados.
El sol asomaba, todavía con un poco de sueño.
Mientras se desperezaba, cumplía con su diaria tarea de iluminar la
vida. Y hablando de vida y de iluminar... todos los animales estábamos
esperando al nuevo integrante de la familia de los paquidermos.
Justamente HOY era el día de llegada del nuevo pequeñín. La gente hacía cola para ver al bebé recién nacido.
En la entrada del zoológico había largas filas de chicos para votar
el nombre que le pondríamos. Mi jaula, que estaba justo frente al
terreno de los elefantes, me permitía observar todo lo que allí ocurría,
casi sin perder detalle.
Pasó el tiempo, y Junior, así lo habíamos llamado al bebé que hoy ya tiene 5 años, veía que era un tanto diferente de sus padres. La trompa no le crecía, su boca era enorme y llena de dientes, arrastraba la panza al caminar y tenía una larga y robusta cola.
- Mamá -, decía el pequeño, - me da la sensación que no me parezco demasiado a ustedes... que soy muy diferente.

EL DESEO DE JALID
Esta es la historia de un niño que sabía que no era una persona adulta. A la infancia no se le han reconocido sus derechos
hasta el siglo pasado, tampoco a los niños y las niñas se les han
tratado como a tales sino como a "personas adultas en miniatura sin
derecho a ser escuchadas". Me llamo Jalid. Nací en Toledo en el año
1436.
La llaman "la Ciudad de las Tres Culturas" porque viven judíos,
castellanos y árabes. A mí eso me gusta mucho porque puedes estar horas y
horas viendo a gente pasar con ropas diferentes; transportando comidas
diferentes y hablando lenguajes diferentes. Nadie choca con nadie y si
se cruzan sus caminos, se regalan sonrisas que valen más que mil
palabras.
Yo soy bastante feliz,
no puedo quejarme por la vida que tengo. Desde la ventana de mi cuarto
se ve el puente de Alcántara; en la mesa de mi casa siempre hay cous cous; hasta he aprendido a leer y escribir.
Pero a veces pasan cosas que no entiendo y que me gustarían que
cambiasen. En una ciudad como Toledo lo veo menos, pero en cuanto sales
de Toledo por la Puerta del Sol...
Mi padre es alfarero. Vende sus vasijas, platos y otros cacharros por
los pueblos de la Mancha. Yo le acompaño y le ayudo. A veces mientras
vamos por los caminos, me siento en la parte de atrás del carro y miro.
Miro a la gente que pasa y veo todo lo que pasa. Veo a personas de mi
edad caminando con los pies desnudos, cargando sacos más grandes que
ellas.
Veo a mujeres muy jóvenes llevando un recién nacido en sus brazos.
Veo a mucha gente trabajar en los campos de sol a sol. No se quejan,
nadie se queja. Cuando llegamos al mercado veo a hombres y mujeres
comprando acompañados por sus hijas e hijos. Se nota que los quieren,
pero me llama la atención que ni las niñas ni los niños eligen las
frutas, pero sí cargan con la compra, pero sí limpian a los animales,
pero no me miran a los ojos. Tampoco me hablan y no puedo adivinar lo
que piensan.

La cibueña Maria.
Érase una vez una joven pero valiente cigüeña que pese a su juventud
se aventuró a emprender un largo viaje y cumplir con su primera tarea,
llevar a una preciosa niña a los brazos de su mamá.
Preparó todo para tan atrevida aventura, y una mañana empezó un largo
camino desde los cálidos vientos del sur hacia los fríos de las estepas
rusas. Vivió toda clase de aventuras, le sorprendieron tormentas,
nieves e incluso un feroz ataque de una águila que, confundida, no llegó
a comprender la hermosa labor que había comenzado la joven cigüeña.
Pese a todo, y ya malherida y tiritando de frío, vio las heladas
aguas del río Volga, y en vertiginoso descenso, puso a la niña en el
dulce regazo de un moisés que pese a su humildad, sería un cálido lugar
donde mecerla y dejarla a los cuidados de su mamá.
Tras un breve descanso, y sintiéndose en una tierra extraña,
emprendió el largo viaje de vuelta hacia su hogar, una antigua torre
donde en un hermoso nido le esperaba su familia, la que se sentiría
orgullosa de a pesas de su tierna juventud, haber terminado con éxito la
bella labor para que las cigüeñas habían sido creadas.

Lucas un nene adoptivo.
Cuenta la historia que un día de primavera
todos los animalitos del bosque se preparaban para una gran fiesta.
Todos estaban invitados y querían ponerse muy lindos; pero Bella la
mariposa se creía muy superior a sus amiguitos.
Decía que no iba a ir al baile porque no tendría alguien con quien
estar y que estuviera a su altura, o que fuera tan hermosa como ella, y
tan inteligente.
Todos los animalitos se prepararon, con adornos de flores, ramitas,
sombreritos y muchos colores. Tanta dedicación se debía a que en el
baile encontrarían pareja para formar sus hogares y familias.
Bella, la mariposa, decía que no se iba a poner nada porque ya era
muy linda. Cuando llegó el momento todos fueron al baile y Bella para no
quedarse sola también se fue. El gran salón estaba decorado con
hermosas luces, guirnaldas y un gran espejo que era el centro de la
fiesta. Todos bailaban contentos y se divertían.
Bella encontró a un ser precioso pero que no hablaba, no pensaba,
solo sonreía si ella lo hacía, y le saludaba cuando ella también lo
hacía. Los animalitos comenzaron a reírse de Bella, pero ella no les
hizo caso y siguió encantada con esa persona fascinante. Fueron pasando
las horas y todos encontraron pareja y se iban a sus casas muy
contentos.
Y cuando ya no había nadie en el salón, Bella desesperada se dio
cuenta de que el ser fascinante que había estado con ella toda la noche,
era su propio reflejo en el gran espejo del salón. Bella llorando
se dio cuenta que había estado toda la noche con un ser frío y sin
vida, que era muy hermoso pero que no le podía brindar nada, y ya se
había quedado sola.

No hay comentarios:
Publicar un comentario